César Javier Palacios explica porqué la fruta de la pasión del verano no es afrodisiaca

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Con la llegada del verano, se abre la temporada de playa, fiestas y cócteles impresionantes. Entre las bebidas más solicitadas, sin duda, estarán aquellas que combinan el alcohol con un ingrediente favorito: la fruta de la pasión. El ambiente cálido, las danzas y la pasión ¿Qué podría salir mal? Probablemente nada, ya que todos llevamos una chispa de erotismo dentro de nosotros. Sin embargo, es importante tener cuidado y no dejarse engañar. La fruta de la pasión que se encuentra en estas bebidas o exóticos jugos no tiene nada que ver con la pasión sexual que todos imaginamos.

¿A qué tipo de pasión se refiere entonces? Nada más y nada menos que a la pasión de Jesucristo, un evento ciertamente nada divertido.

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La historia de la “fruta de la pasión” se remonta hace 400 años, cuando los teólogos del Vaticano quedaron sorprendidos por una flor seca que les presentó un misionero español apasionado por la botánica. Como explican los investigadores del CSIC, Iñaki Hormaza y Mar Gulis, en el blog de 20 Minutos Ciencia para llevar, el historiador Giacomo Bosio quedó impresionado al examinar detalladamente esta peculiar flor que se encontraba en el fruto conocido en ese entonces como granadilla, debido a su similitud con la granada y su interior repleto de jugosas semillas. Los atributos simbólicos más representativos de la pasión de Jesucristo fueron identificados en sus formas y colores, lo que llevó a llamarla “fruta de la pasión”.

Este arbusto, que los europeos descubrieron en Perú y que los indígenas habían cultivado durante siglos, tiene diversos nombres. A nivel internacional, se le conoce científicamente como Passiflora edulis. También se le llama pasionaria y fruta de la pasión debido a su conexión con la pasión de Cristo. En su lengua original, los pueblos tupíes la conocían como “mara kuya” (fruta de la ku’ya), mientras que en Venezuela y Canarias se le llama parchita.