Medición del efecto halo de salud
En esta columna, el autor describe el concepto del efecto halo de salud y cómo la inclusión de compuestos bioactivos puede influir en la percepción del consumidor sobre la salubridad general de un producto alimenticio.
Por Subajiny Sivakanthan
12 de septiembre de 2025
Píldoras de vitaminas naturales
© syolacan/E+/Getty Images
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Objetivos de aprendizaje
Comprender el concepto del efecto halo de salud y cómo la inclusión de compuestos bioactivos puede influir en la percepción del consumidor sobre la salubridad general de un producto alimenticio.
Aprender a ver más allá de las afirmaciones del frente del envase y evaluar el perfil nutricional completo.
Explorar la brecha entre las afirmaciones de marketing y la realidad científica.
El “halo de salud” es un poderoso efecto psicológico que lleva a los consumidores a creer que ciertos alimentos son más saludables de lo que son, simplemente por las atractivas afirmaciones en la etiqueta. Este fenómeno influye significativamente en el comportamiento de compra, a menudo incitando a las personas a consumir en exceso o a elegir productos basándose en el marketing en lugar de en sus cualidades nutricionales.
Palabras y frases que evocan salud, como “orgánico”, “buena fuente de proteínas”, “bajo en grasas”, “natural”, “rico en antioxidantes” y “antienvejecimiento”, entre otras, pueden crear una sensación instantánea de salud, incluso cuando el producto puede tener un alto contenido de sal, azúcar, calorías o aditivos artificiales. Como resultado, la percepción a menudo prevalece sobre la realidad, llevando a los consumidores a opciones de buena marca pero nutricionalmente cuestionables, lo que resalta la necesidad de una lectura crítica de las etiquetas y una toma de decisiones informada.
El Impulso Bioactivo
Los alimentos funcionales están ganando rápidamente prominencia global, impulsados por la creciente demanda de los consumidores preocupados por su salud, quienes los están integrando en sus dietas diarias. Este creciente interés refleja una tendencia más amplia hacia la salud y la nutrición preventivas.
Se proyecta que el mercado global de alimentos y bebidas funcionales alcance los 586 mil millones de dólares para 2030, lo que subraya su creciente influencia en los hábitos alimenticios modernos y las tendencias de salud y bienestar.
Se proyecta que el mercado global de alimentos y bebidas funcionales alcance los 586 000 millones de dólares para 2030.
Como resultado, los alimentos funcionales enriquecidos con compuestos bioactivos se han convertido en un foco clave tanto en la investigación científica como en los mercados de consumo, reduciendo la brecha entre la nutrición y la promoción de la salud. Una amplia gama de compuestos bioactivos e ingredientes funcionales se utiliza cada vez más en el desarrollo de alimentos funcionales. Estos incluyen polifenoles como el resveratrol, la curcumina, la oleuropeína, la quercetina, el ácido elágico, las antocianinas y los flavonoides; carbohidratos estructurales como los β-glucanos y la fibra dietética; compuestos de origen vegetal como los carotenoides y los fitoesteroles; y componentes microbianos como probióticos, prebióticos y postbióticos. Además, también se incorporan ampliamente lípidos funcionales, como los omega-3, los omega-6 y los ácidos grasos conjugados.
A diferencia de los macronutrientes y micronutrientes, vitales para la vida, los compuestos bioactivos influyen en las vías metabólicas, modulan la expresión génica e interactúan con la microbiota intestinal, ofreciendo un amplio espectro de beneficios fisiológicos. Sin embargo, la creciente conciencia de estos beneficios también ha impulsado el llamado efecto halo de salud, según el cual los productos que contienen estos bioactivos suelen percibirse como inherentemente saludables, independientemente de su perfil nutricional general. Esta percepción, si bien tiene cierta base científica, puede inducir a los consumidores a sobreestimar la salubridad de ciertos alimentos que, aun así, pueden tener un alto contenido de sal, azúcar, grasas o aditivos.
Marketing de alimentos “saludables”
A medida que el marketing alimentario se vuelve más persuasivo, las etiquetas de los productos influyen cada vez más en la percepción, lo que permite que el efecto halo de salud influya en cómo los consumidores juzgan la calidad de los alimentos. El diseño de los envases, el uso estratégico de palabras clave relacionadas con la salud y las afirmaciones implícitas sobre sus propiedades saludables pueden distorsionar la percepción, llevando a las personas a creer que ciertos alimentos son más saludables de lo que realmente son.
Al explotar la heurística cognitiva, estas estrategias de marketing llevan a los consumidores a juzgar erróneamente la calidad nutricional, subestimando las calorías, pasando por alto ingredientes poco saludables o ignorando los tamaños de porción adecuados. Estudios científicos han demostrado que los consumidores a menudo consumen porciones más grandes de alimentos etiquetados como “saludables”, bajo la creencia errónea de que son bajos en calorías o más nutritivos, lo que a veces resulta en una mayor ingesta calórica neta. Esta discrepancia entre la percepción de salubridad y la calidad nutricional real subraya la importancia de la alfabetización alimentaria. A medida que crece el interés en los bioactivos, se vuelve aún más vital diferenciar entre los beneficios para la salud respaldados por la ciencia y la percepción impulsada por el marketing.
¿Ciencia o manipulación?
A medida que los alimentos ricos en bioactivos se vuelven más populares, también existe un riesgo creciente de que se simplifiquen o exageren hallazgos científicos complejos para promocionar productos e impulsar las ventas. El mercado está inundado de productos que presumen de afirmaciones de salud audaces, a menudo basadas en hallazgos científicos preliminares o interpretados selectivamente. Si bien muchos compuestos bioactivos
Si bien compuestos como la curcumina, el resveratrol, las catequinas y los ácidos grasos omega-3 han demostrado efectos biológicos prometedores mediante estudios in vitro y en modelos animales, la traducción de estos efectos en resultados consistentes y clínicamente relevantes en humanos es mucho más matizada.
La curcumina, el principal compuesto bioactivo de la cúrcuma, se destaca a menudo por sus potentes propiedades antiinflamatorias y antioxidantes, afirmaciones respaldadas por numerosos estudios in vitro y preclínicos. Sin embargo, la curcumina presenta una biodisponibilidad baja en humanos debido a su rápido metabolismo, baja solubilidad y absorción limitada. Para aumentar su potencial terapéutico, debe administrarse conjuntamente con potenciadores de la biodisponibilidad como la piperina (un alcaloide presente en la pimienta negra) o incorporarse en sistemas de administración avanzados como nanoemulsiones o liposomas. A pesar de estas limitaciones, la curcumina continúa comercializándose agresivamente en una amplia gama de productos de consumo, desde bebidas hasta cereales para el desayuno, a menudo con afirmaciones de salud exageradas o sin fundamento que exceden los límites de la evidencia científica actual. La espirulina, un alga verdeazulada, es otro ingrediente de moda, rico en proteínas, vitaminas del complejo B, hierro y antioxidantes como la ficocianina. Es elogiada por su potencial para el apoyo inmunitario y la desintoxicación. Sin embargo, la preocupación por la contaminación por metales pesados en fuentes poco reguladas y la falta de ensayos clínicos sólidos significa que sus beneficios aún se están investigando.
En la era de los alimentos funcionales y las marcas de bienestar, ciertos compuestos bioactivos han alcanzado un estatus casi de celebridad en el mercado global. Sin embargo, la desconexión entre la ciencia y el marketing puede engañar a los consumidores, generando falsas expectativas o fomentando el consumo excesivo de ciertos “superalimentos” en lugar de una dieta equilibrada. También destaca la necesidad crucial de supervisión regulatoria, comunicación basada en la evidencia y educación del consumidor para reducir la brecha entre las promesas de salud y la realidad científica.
Si bien el efecto halo de salud aumenta el atractivo para el consumidor, encontrar un equilibrio entre sabor, conveniencia y nutrición sin aditivos sintéticos sigue siendo un obstáculo.
La revolución de la etiqueta limpia
La tendencia de la etiqueta limpia está ganando cada vez más interés a medida que los consumidores buscan alimentos mínimamente procesados, sin aditivos y naturales. Los alimentos funcionales con compuestos bioactivos como la curcumina, el resveratrol y los ácidos grasos omega-3 suelen comercializarse con un halo de salud mediante términos de moda como “superalimento”, “estimulante inmunitario” y “rico en antioxidantes”. Estos ingredientes ofrecen beneficios adicionales para la salud, como efectos antiinflamatorios o refuerzo inmunitario, que se alinean con la demanda de alimentos funcionales naturales como yogures probióticos o fibras prebióticas. Sin embargo, el reto reside en garantizar la estabilidad y la biodisponibilidad de estos bioactivos en productos de etiqueta limpia. Si bien el efecto de halo de salud aumenta el atractivo para el consumidor, equilibrar el sabor, la comodidad y la nutrición sin aditivos sintéticos sigue siendo un obstáculo. A medida que crece la tendencia de la etiqueta limpia, la innovación de productos es crucial para garantizar que los beneficios científicos de los ingredientes bioactivos se comuniquen eficazmente y se integren en fórmulas fáciles de usar.
Gestionando las afirmaciones de propiedades saludables
A medida que crece el interés de los consumidores por los alimentos funcionales, los marcos regulatorios desempeñan un papel crucial para garantizar que las afirmaciones de propiedades saludables y los ingredientes funcionales estén validados científicamente y no sean engañosos. Si bien muchos países han establecido directrices para las declaraciones de propiedades saludables y nutricionales, persisten importantes lagunas, no solo en la comprensión del consumidor, sino también en la supervisión regulatoria. Muchos consumidores desconocen el verdadero significado de estas declaraciones, lo que los hace vulnerables a la publicidad engañosa. Para agravar el problema, no todos los fabricantes de alimentos cumplen estrictamente estas regulaciones y, en muchos casos, carecen de sistemas de monitoreo sólidos.
Esta zona gris regulatoria permite que los productos lleven etiquetas persuasivas que insinúan beneficios para la salud, incluso cuando el perfil nutricional real revela una historia diferente. Los diferentes países tienen distintos niveles de rigor en las regulaciones relacionadas con las declaraciones de propiedades saludables. Por ejemplo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria exige evidencia clínica sólida antes de aprobar declaraciones de propiedades saludables. En Asia, los marcos regulatorios para los alimentos funcionales y saludables están evolucionando. Por ejemplo, Japón ha implementado el sistema de Alimentos para Usos Saludables Específicos, mientras que Corea del Sur regula los alimentos funcionales bajo la Ley de Alimentos Funcionales para la Salud.
Estos sistemas regulatorios tienen como objetivo proteger a los consumidores de declaraciones exageradas o no probadas, especialmente cuando se comercializan productos ricos en bioactivos. Con términos como “estimulante inmunitario”, “saludable para el corazón” y “antienvejecimiento” tan comunes, la comunicación basada en la evidencia se vuelve vital, no solo para el marketing ético, sino también para mantener la confianza del consumidor y la integridad de la salud pública.
El término “saludable” en los envases de alimentos no siempre ha significado lo que los consumidores creen. En 1994, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) introdujo criterios para etiquetar los alimentos como ”
Saludable”, basado principalmente en métricas obsoletas como el contenido total de grasa y algunos nutrientes esenciales. Sin embargo, a medida que la ciencia de la nutrición avanzó, cambiando el enfoque de nutrientes aislados a patrones dietéticos generales, la antigua definición rápidamente perdió sintonía con los consejos de salud modernos. Un punto de inflexión se produjo en 2015 cuando KIND, una popular marca de barritas, fue advertida por la FDA por usar la etiqueta “saludable” en productos que excedían los límites de grasa, a pesar de estar elaborados con ingredientes ricos en nutrientes como frutos secos y semillas. La reacción pública fue rápida y contundente, lo que desató un amplio debate sobre el verdadero significado de “saludable”.
En respuesta, la FDA inició una revisión exhaustiva del término “saludable” y, en 2022, propuso una nueva definición como un paso importante para abordar las etiquetas alimentarias engañosas, actualizando la definición de lo que se considera “saludable”. Según los criterios revisados, los alimentos con un alto contenido nutricional, como frutas, verduras, cereales integrales, lácteos descremados y bajos en grasa, mariscos, carnes magras de caza, huevos, legumbres, frutos secos y semillas, cumplen automáticamente la declaración de “saludable” cuando no contienen ingredientes añadidos aparte del agua. Este cambio regulatorio ayuda a frenar el uso indebido del término “saludable” en alimentos que se basan en palabras de moda en lugar de en su verdadero valor nutricional, lo que refuerza la necesidad de un etiquetado más claro y con respaldo científico en una era en la que los consumidores se ven cada vez más influenciados por la imagen de salud.
Mujer leyendo la etiqueta de un yogur
© Eoneren/E+/Getty Images Plus
Conciencia del consumidor
Para tomar decisiones dietéticas verdaderamente informadas, es importante ir más allá de las afirmaciones que aparecen en el frente del envase y evaluar críticamente el perfil nutricional completo. Esto incluye examinar el tamaño de las porciones, los azúcares totales, el contenido de grasa, los niveles de sodio y la lista completa de ingredientes. Un producto etiquetado como “fortificado con antioxidantes”, por ejemplo, podría contener un exceso de azúcares añadidos o grasas no saludables. Además, los consumidores deben ser conscientes de que La presencia de un compuesto beneficioso no garantiza efectos significativos para la salud, especialmente si se incluye solo en cantidades mínimas. Es esencial educar a las personas para que comprendan los valores nutricionales en el contexto de las necesidades diarias y cuestionen la eficacia real de las afirmaciones funcionales. Al cultivar esta conciencia, las personas pueden navegar el marketing orientado a la salud con mayor confianza y tomar decisiones que realmente contribuyan a su bienestar.
Tendencias futuras
El futuro de los alimentos bioactivos está a punto de alinearse estrechamente con la ciencia de vanguardia y la evolución de los valores del consumidor. Una tendencia importante en el horizonte es la nutrición personalizada, donde los compuestos bioactivos se adaptan a los perfiles genéticos, metabólicos y de estilo de vida individuales. Este enfoque promete maximizar la eficacia y reducir el modelo universal de alimentos funcionales. Además, el creciente interés en los alimentos orientados al microbioma, aquellos que favorecen la salud intestinal mediante prebióticos, probióticos y postbióticos, está impulsando la próxima ola de innovación. Mientras tanto, los bioactivos orientados a la sostenibilidad, derivados de residuos agrícolas reciclados o ingredientes naturales de origen sostenible, reflejan un creciente compromiso con la salud del planeta y el bienestar humano.
A pesar de Ante estos emocionantes avances, es fundamental encontrar un equilibrio entre la publicidad y la salud. No todos los productos que se promocionan como “ricos en bioactivos” son iguales, y se necesita más investigación para validar las afirmaciones sobre la salud en contextos dietéticos reales. Consumidores, investigadores y líderes de la industria deben colaborar para promover la transparencia, las formulaciones basadas en la evidencia y el marketing responsable. De esta manera, la industria alimentaria puede cumplir su promesa de nutrir tanto a las personas como al planeta sin caer en la trampa de afirmaciones exageradas o modas pasajeras.
Sobre la autora
La Dra. Subajiny Sivakanthan es profesora titular de ciencias de la alimentación, con especialización en investigación de lípidos, en la Universidad de Jaffna, Sri Lanka. Tiene un doctorado conjunto de la Universidad Tecnológica de Queensland, Queensland, Australia, y la Universidad de Peradeniya, Sri Lanka (ssubajiny@univ.jfn.ac.lk).
Fuente
IFT, Subajiny Sivakanthan, Gauging the Health Halo Effect
https://www.ift.org/news-and-publications/food-technology-magazine/issues/2025/september/columns/ingredients-gauging-the-health-halo-effect?utm_medium=email&utm_source=rasa_io&utm_campaign=newsletter

